Hay muchas razones para pensar que los dioses creadores secundarios, esto es, no los que crearon la materia y las primeras especies, sino los que se divirtieron “creando” cosas a partir de lo que los primeros crearon, no tenían un bote de basura quirúrgico para desechar los restos de lo que construían. Y es que los primeros botes de basura quirúrgicos de los que se tiene conocimiento datan de la época de las civilizaciones humanas, establecidas siempre (obviamente) algún tiempo después de la creación primigenia –desde la concepción protogénica de cualquier sistema metafísico creacionista que tenga sentido.
Me explico. Los dioses secundarios o demiurgos –llamados así en la idiosincrasia griega- se divirtieron creando especies extrañas a partir de las que los dioses primarios crearon. Ya desde el principio de los tiempos se hacían experimentos que hoy llamaríamos genéticos. Y entonces miles de criaturas deformes y estúpidas comenzaron a poblar la tierra. Por razones cósmicas que todo el mundo ignora, estas especies desaparecieron y hoy en día se pueden encontrar únicamente en los libros de mitología.
Vayamos al ejemplo. La sirena, fantástica especie con torso y cabeza de mujer, pero cola de pez. Las sirenas vivían bajo el agua y sedujeron al pobre Ulises en sus tumbos marítimos. Aquí una imagen de una de ellas.
Otro ejemplo es el Minotauro, torso y extremidades de hombre, pero con cabeza de toro.
El centauro, rápido como el caballo pero inteligente como el hombre, tomó aparentemente lo mejor de las dos especies, por cuanto conservó el cerebro humano y los miembros equinos (¡los cinco!). El sueño de toda mujer estereotípica.
Medusa. Una mujer embrujadora y malvada que tenía que darle de comer ratones a sus folículos pilosos capilares. La precursora del “wet look”.
Por último, la Esfinge. Un ser mitológico egipcio que tenía cuerpo de león y cabeza humana.
Ahora bien. ¿Alguien se ha preguntado qué carajos hicieron esos divinos cabronazos con los restos de los animales que despedazaron para crear éstos? La teoría de su servidor es que por cada bestia de estas que llegó a los libros de mitología, existe una especie contraria formada a partir de los otras mitades que, por razones evidentes, no significó un éxito genético. Se trata del Ying-Yang de los dioses creadores.
Me aventuro a ilustrar, con mis recursos limitados, la forma que hubieron tenido estos animales (si a semejantes entidades les podemos llamar así). Huelga decir que las imágenes que usted verá a continuación, son meramente ilustrativas. (¿Escuchaste, Mausán? No constituyen una prueba fehaciente de que la vida extraterrestre existe. No, no aunque imprimas estas imágenes y las agites llamándoles “pruebas contundentes”).
La primera de ellas resulta de las mitades perdidas de la sirena. Presumo que murió rápidamente por cuanto se atrevió a caminar por la tierra sin tener pulmones. Se habrá ahogado antes de completar los primeros diez pasos:
El Taurhómino. Cabeza humana en un cuerpo de toro. Al no tener cuernos, habrá perecido en su primer enfrentamiento contra un toro por la búsqueda del amor de una vaca.
El Anticentauro. Débil como un hombre, estúpido como un caballo. Se cree que sirvió de inspiración al guionista de la afamada serie “Ed”. Pudo haber muerto de cualquier cosa, por idiota.
Antimedusa. Una serpiente con pelo humano. Quizá se le enredaron las greñas en unas ramas y quedó autoinmovilizada, lista para morir a garras de algún depredador. Si hubiera vivido suficiente, habría aparecido en el show del cazador de serpientes australiano (que también cazaba cocodrilos, pero que evidentemente se saltó la clase justo cuando enseñaron la técnica para cazar mantarrayas).
Por último, la Antiesfinge. Aquí en una imagen de bebé, por cuanto no considero posible que haya llegado a edad adulta si alguna vez aprendió a chuparse los dedos.
A estos adefesios bien podríamos llamarles “seres mitoilógicos”. Pero duraron tan poco, que ni siquiera se les llegó a nombrar.
agosto 11, 2008
agosto 08, 2008
YOU'RE BEING VERY UNGANDHI, MAN!
Regresaron las encuestas al blog. En este caso, una muy reflexiva. Y aunque la participación ciudadana -término en boga (en boga de todos)- no fue particularmente abrumadora, los votos que hemos recibido (estoy usando el "royal we") nos llevarán inevitablemente a convertir el blog en un blog de filosofía analítica.
En parte me siento mal por volver a mis raíces ya negadas varias veces, hasta en el nombre de este blog. Pero la democracia es la democracia, y aunque no creo en ella (¿quién vota por que la democracia no sirve?), nos rige autoritariamente (..!).
Pero antes de despedirme del glamour del blog desenfadado y comenzar a ahondar en el siguiente tema ("La noción de 'oración verdadera' desde la óptica de Donald Davidson, una reflexión"), quiero escribir una última entrada quejándome de lo que tengo de moda odiar en estos días: la publicidad.
Alguna vez habrán visto las famosas carteleras de librerías Gandhi por las calles. Sencillas, amarillas, tipográficas. Como éstas:
Por dios. Las odio y odio a todos los idiotas que las consideraban buenas. Todas las ejecuciones se basan en el estúpido argumento de ofender a la gente para ver si así me compra. Hay que ser idiota para intentar vender libros (o plantas o teléfonos o mierda) insultando a la gente. A lo mucho se podría llegar a vender libros de autoayuda haciendo sentir mal al consumidor. Buy me out of anger.
Además, la actitud, el espíritu de la campaña, alimenta la idea de que tener cierta cultura te da derecho a ser arrogante. Cultiva la soberbia intelectual (un concepto que debería ser un oxímoron).
Pero lo peor de todo, es que la redactó una persona que trabaja en una agencia de publicidad. Hermano, eres redactor (o creativo o como te hayas puesto en tu tarjetita), ¿qué sabes de literatura? Leer cómics no es propiamente leer... si estuviera en Estados Unidos, estaría diciendo "Dude!"; pero como estoy en México, sólo diré: "man!"
Walter Sobchack le diría a este sujeto: "Your'e beeing very un-Gandhi, man".
En fin, me queda el gusto de que incluso dentro del gremio de publicistas con tenis de colores esta campaña es percibida cada vez como peor. Y que cuando fue más comentada, sólo aspiró a premios publicitarios. Es decir, a premios de esos que sólo los publicistas (0.1% de la población mundial) consideran importantes.
Si alguna vez llegas a este blog, redactor de Gandhi, considera esta propuesta como una opción:
En parte me siento mal por volver a mis raíces ya negadas varias veces, hasta en el nombre de este blog. Pero la democracia es la democracia, y aunque no creo en ella (¿quién vota por que la democracia no sirve?), nos rige autoritariamente (..!).
Pero antes de despedirme del glamour del blog desenfadado y comenzar a ahondar en el siguiente tema ("La noción de 'oración verdadera' desde la óptica de Donald Davidson, una reflexión"), quiero escribir una última entrada quejándome de lo que tengo de moda odiar en estos días: la publicidad.
Alguna vez habrán visto las famosas carteleras de librerías Gandhi por las calles. Sencillas, amarillas, tipográficas. Como éstas:
Por dios. Las odio y odio a todos los idiotas que las consideraban buenas. Todas las ejecuciones se basan en el estúpido argumento de ofender a la gente para ver si así me compra. Hay que ser idiota para intentar vender libros (o plantas o teléfonos o mierda) insultando a la gente. A lo mucho se podría llegar a vender libros de autoayuda haciendo sentir mal al consumidor. Buy me out of anger.
Además, la actitud, el espíritu de la campaña, alimenta la idea de que tener cierta cultura te da derecho a ser arrogante. Cultiva la soberbia intelectual (un concepto que debería ser un oxímoron).
Pero lo peor de todo, es que la redactó una persona que trabaja en una agencia de publicidad. Hermano, eres redactor (o creativo o como te hayas puesto en tu tarjetita), ¿qué sabes de literatura? Leer cómics no es propiamente leer... si estuviera en Estados Unidos, estaría diciendo "Dude!"; pero como estoy en México, sólo diré: "man!"
Walter Sobchack le diría a este sujeto: "Your'e beeing very un-Gandhi, man".
En fin, me queda el gusto de que incluso dentro del gremio de publicistas con tenis de colores esta campaña es percibida cada vez como peor. Y que cuando fue más comentada, sólo aspiró a premios publicitarios. Es decir, a premios de esos que sólo los publicistas (0.1% de la población mundial) consideran importantes.
Si alguna vez llegas a este blog, redactor de Gandhi, considera esta propuesta como una opción:
agosto 04, 2008
¡IMBÉCIL!
Ahora que ya tengo su atención...
Trabajar en publicidad te vuelve tonto.
Pasas la mitad del día pensando estupideces para gente que cree que las entiende. Y la otra mitad quejándote o regodeándote en lo que acabas de pensar. Todos creen que le dan al otro la impresión de que saben lo que están haciendo.
Se trata del gran negocio de hacer que lo azaroso se vea como planeado (i.e. un chiste malo que termina convirtiéndose en una campaña de publicidad que "responde" con una "estrategia" a las "necesidades" del cliente); o que lo planeado se vea como azaroso (i.e. cuando los "creativos" se "inspiran" en otras ideas y calculan campañas que resultan, "sin querer", inconvenientemente parecidas a otras campañas).
Además de volverte idiota, comienzas a ver videos estúpidos en lugar de leer libros interesantes. O a leer libros estúpidos en lugar de ver videos interesantes. Y, por si fuera poco, se te olvida cómo se escribe porque todo el día escribes para que a tus jefes les guste y tus jefes no saben leer. No saben quién es Tolstoi. Piensan que Leibniz es una calle y, un día, cuando caminen por Hannover y descubran la calle Leibniz, pensarán inmediatamente que en México también hay una calle que se llama así. Y quizá dirán un chiste.
Por la publicidad adquieres el vicio de poner demasiadas comillas, el de creer que "lo bueno" es lo que te hace reír y el de sentir calos fríos por verdaderas pendejadas.
También el de dejarse convencer por argumentos falsos. O por falacias argumentadas. O por juegos de palabras como este.
Y cedes ante la espada del que ha visto más anuncios que tú. Y su espada consiste únicamente en que ha visto más anuncios que tú. Y en que tiene tenis nuevos. Siempre. Y empiezas a pensar que es un mal hábito escribir con frases demasiado cortas. O demasiado largas. O muchos puntos.
¡Y hasta comienzas a tener miedo de los signos de admiración!
En fin. Hacer publicidad, hacer anuncios o, en el peor de los casos, hacer como que sabes hacer anuncios, te vuelve idiota. Basta ir a una reunión de publicistas para dar fe de todo esto. Entre más tiempo llevan ahí, son más idiotas. Por lo tanto, mientras siga trabajando en esto, la calidad de este blog seguirá decreciendo constantemente.
Por eso dedico unos haikus a mis compañeros laborales. Bueno, al menos a algunos de ellos.
(Si no saben qué es un haiku, den click aquí).
(Si no saben quién es Shakespeare ni cómo es que él pensó desde hace cuatro siglos los conceptos de todas las campañas que ganan el festival de Cannes, den click acá. O compren un libro).
Pensando, dicen
masturbaciones agrias
de solitarios.
Huecas medallas
que se cuelgan al cuello
acefálicos.
Ningún talento
les brilla jamás ahí
en el bolsillo.
Abrazos, besos
se regalan entre sí.
Se vuelven tontos.
Pronto, si Benja está de acuerdo, estrenaremos un blog que no atenderá al gusto ni a las necesidades del mercado o del cliente. Sino únicamente a nuestro gusto y a nuestra necesidad de destruirlos a ambos. Aquí un adelanto:
Trabajar en publicidad te vuelve tonto.
Pasas la mitad del día pensando estupideces para gente que cree que las entiende. Y la otra mitad quejándote o regodeándote en lo que acabas de pensar. Todos creen que le dan al otro la impresión de que saben lo que están haciendo.
Se trata del gran negocio de hacer que lo azaroso se vea como planeado (i.e. un chiste malo que termina convirtiéndose en una campaña de publicidad que "responde" con una "estrategia" a las "necesidades" del cliente); o que lo planeado se vea como azaroso (i.e. cuando los "creativos" se "inspiran" en otras ideas y calculan campañas que resultan, "sin querer", inconvenientemente parecidas a otras campañas).
Además de volverte idiota, comienzas a ver videos estúpidos en lugar de leer libros interesantes. O a leer libros estúpidos en lugar de ver videos interesantes. Y, por si fuera poco, se te olvida cómo se escribe porque todo el día escribes para que a tus jefes les guste y tus jefes no saben leer. No saben quién es Tolstoi. Piensan que Leibniz es una calle y, un día, cuando caminen por Hannover y descubran la calle Leibniz, pensarán inmediatamente que en México también hay una calle que se llama así. Y quizá dirán un chiste.
Por la publicidad adquieres el vicio de poner demasiadas comillas, el de creer que "lo bueno" es lo que te hace reír y el de sentir calos fríos por verdaderas pendejadas.
También el de dejarse convencer por argumentos falsos. O por falacias argumentadas. O por juegos de palabras como este.
Y cedes ante la espada del que ha visto más anuncios que tú. Y su espada consiste únicamente en que ha visto más anuncios que tú. Y en que tiene tenis nuevos. Siempre. Y empiezas a pensar que es un mal hábito escribir con frases demasiado cortas. O demasiado largas. O muchos puntos.
¡Y hasta comienzas a tener miedo de los signos de admiración!
En fin. Hacer publicidad, hacer anuncios o, en el peor de los casos, hacer como que sabes hacer anuncios, te vuelve idiota. Basta ir a una reunión de publicistas para dar fe de todo esto. Entre más tiempo llevan ahí, son más idiotas. Por lo tanto, mientras siga trabajando en esto, la calidad de este blog seguirá decreciendo constantemente.
Por eso dedico unos haikus a mis compañeros laborales. Bueno, al menos a algunos de ellos.
(Si no saben qué es un haiku, den click aquí).
(Si no saben quién es Shakespeare ni cómo es que él pensó desde hace cuatro siglos los conceptos de todas las campañas que ganan el festival de Cannes, den click acá. O compren un libro).
Pensando, dicen
masturbaciones agrias
de solitarios.
Huecas medallas
que se cuelgan al cuello
acefálicos.
Ningún talento
les brilla jamás ahí
en el bolsillo.
Abrazos, besos
se regalan entre sí.
Se vuelven tontos.
Pronto, si Benja está de acuerdo, estrenaremos un blog que no atenderá al gusto ni a las necesidades del mercado o del cliente. Sino únicamente a nuestro gusto y a nuestra necesidad de destruirlos a ambos. Aquí un adelanto:
Formas del horror:
la insoportable levedad de la publicidad
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