Trabajar en publicidad te vuelve tonto.
Pasas la mitad del día pensando estupideces para gente que cree que las entiende. Y la otra mitad quejándote o regodeándote en lo que acabas de pensar. Todos creen que le dan al otro la impresión de que saben lo que están haciendo.
Se trata del gran negocio de hacer que lo azaroso se vea como planeado (i.e. un chiste malo que termina convirtiéndose en una campaña de publicidad que "responde" con una "estrategia" a las "necesidades" del cliente); o que lo planeado se vea como azaroso (i.e. cuando los "creativos" se "inspiran" en otras ideas y calculan campañas que resultan, "sin querer", inconvenientemente parecidas a otras campañas).
Además de volverte idiota, comienzas a ver videos estúpidos en lugar de leer libros interesantes. O a leer libros estúpidos en lugar de ver videos interesantes. Y, por si fuera poco, se te olvida cómo se escribe porque todo el día escribes para que a tus jefes les guste y tus jefes no saben leer. No saben quién es Tolstoi. Piensan que Leibniz es una calle y, un día, cuando caminen por Hannover y descubran la calle Leibniz, pensarán inmediatamente que en México también hay una calle que se llama así. Y quizá dirán un chiste.
Por la publicidad adquieres el vicio de poner demasiadas comillas, el de creer que "lo bueno" es lo que te hace reír y el de sentir calos fríos por verdaderas pendejadas.
También el de dejarse convencer por argumentos falsos. O por falacias argumentadas. O por juegos de palabras como este.
Y cedes ante la espada del que ha visto más anuncios que tú. Y su espada consiste únicamente en que ha visto más anuncios que tú. Y en que tiene tenis nuevos. Siempre. Y empiezas a pensar que es un mal hábito escribir con frases demasiado cortas. O demasiado largas. O muchos puntos.
¡Y hasta comienzas a tener miedo de los signos de admiración!
En fin. Hacer publicidad, hacer anuncios o, en el peor de los casos, hacer como que sabes hacer anuncios, te vuelve idiota. Basta ir a una reunión de publicistas para dar fe de todo esto. Entre más tiempo llevan ahí, son más idiotas. Por lo tanto, mientras siga trabajando en esto, la calidad de este blog seguirá decreciendo constantemente.
Por eso dedico unos haikus a mis compañeros laborales. Bueno, al menos a algunos de ellos.
(Si no saben qué es un haiku, den click aquí).
(Si no saben quién es Shakespeare ni cómo es que él pensó desde hace cuatro siglos los conceptos de todas las campañas que ganan el festival de Cannes, den click acá. O compren un libro).
Pensando, dicen
masturbaciones agrias
de solitarios.
Huecas medallas
que se cuelgan al cuello
acefálicos.
Ningún talento
les brilla jamás ahí
en el bolsillo.
Abrazos, besos
se regalan entre sí.
Se vuelven tontos.
Pronto, si Benja está de acuerdo, estrenaremos un blog que no atenderá al gusto ni a las necesidades del mercado o del cliente. Sino únicamente a nuestro gusto y a nuestra necesidad de destruirlos a ambos. Aquí un adelanto:
2 comentarios:
No puedes fumar
porque se va a quemar
el pinche bambú
Oraléeeee!
por fin alguien "en el medio" se quejo/mofo de que esta gente se autodenominen "creativos" robandoles la clasificacion a cualquier artesano, y banalizandola tragicamente....
(suficientes comillas y puntos suspensivos no??, que creativo me vi)
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