Nunca cumplo los propósitos de
inicio de año, así que el único esta vez fue no hacerme ninguno. De inmediato me di cuenta de que había fracasado, porque aunque la
lista mental de propósitos tenía sólo un elemento —precedido por el imaginario número uno—, era ya una
lista. Había hecho una lista de propósitos.
Sin embargo, por el sólo hecho de estar en una lista
de propósitos, mi propósito primigenio estaba condenado a no cumplirse. Así fue: hice más propósitos, de manera
que cada vez cumplí menos —si se permite la expresión— el único que me había hecho.
Comencé el año sumido en la perplejidad de la paradoja. Ah, y con reflexiones sobre las listas. ¿Qué es una lista? ¿Existen listas de un solo elemento? A la gente le gustan las listas. ¿Por qué?
1. Son fáciles de leer.
2. Dejan en suspenso al lector.
3. Mueven a la reflexión.
4. Hacen que las cosas que no han sido
enlistadas pierdan importancia.
5. Son siempre materia de debate.
6. Son intentos por comprenderlo todo.
7. Mueven al lector a imaginar, luego a
pensar, por último a hacer crítica.
8. Suelen terminar en números redondos,
como el diez.
9. Guardan, casi siempre, una sorpresa
para el final.
10. De ahora en adelante, sólo mujeres de
piernas largas.
Listas.
Y listas, sobre todo, de propósitos
incumplidos.
A eso se puede reducir mi año, cada año.
Mi vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario