Abre cámara en el rostro de Pamela Anderson mostrando un gesto que nunca le habíamos visto realizar: una mueca de frustración y una de dolor combinadas con un pésimo gusto en maquillaje facial. Después de proferir varias palabras concatenadas, actividad que tampoco le habíamos visto realizar jamás, tiene que esforzarse para provocarse el llanto y, segundos más tarde, para fingir que se esfuerza en contenerlo.
Corte.
Vamos al estudio de edición. Muchachos, cuidemos que no alcancen a entrar a cuadro los gigantescos senos de esta señora. Se trata de un video serio, de esos que hacemos a veces para generar conciencia en la sociedad. No, no, no, córtale antes de que se empiece a desnudar. Eso, córtale ahí. De esa toma brincamos a la del salvaje golpeando focas con un tubo. Ahí sí no le cortes, eso, muestra la sangre y esa toma donde el tubo llegó hasta el hueso frontal. Perfecto. Ahora mete el logo de PeTA y sálvalo como quicktime, para subirlo a la página. Listo. Gracias, chicos, nos vemos el lunes.
Desde el rincón en el que me fui a resguardar, apenas alcanzo a distinguir las caras. Con mis antenas capto las luces y todos esos sonidos que estos bárbaros se dirigen unos a otros. Años de ser cucaracha y con toda esa pajolería del aprendizaje por especie y no por individuo, he comprendido toda la conversación.
Me gusta que estos señores estén atentos a las injusticias que los seres humanos asestan al mundo animal y al orden que desde hace millones de años parecía haber guardado la gradación de las especies. Pero no puedo negar que me siento envidiosa. Malditas focas, tan bonitas, tan piel suave y cara de mensas. Sin mucosidades que aceiten patas flacas, sin exoesqueleto, sin queratina. Caminan tranqulias en paisajes con suelo de hielos árticos. Tan lejos de los sedimentos del drenaje. De pronto llega un hombre de ojos rasgados con chamarra a cuadros y golpea a dos que tres, a diez mil. El mundo mira la matanza y se indigna.
Yo, recluida aquí, en el sótano de las oficinas de esta productora de televisión que trabaja para la organización PeTA (People for the ethical Treatment of Animals).
La mitad de los miembros de esta organización votaron por Bush y, por tanto, no podrían pertenecer a PeTP: People for the ethical Tratment of People. Pero eso no importa porque no existe PeTP. Importa PeTA. Importan sus videos. Importa que los senos de Pamela Anderson no entren a cuadro. Importan las focas y sus graciosos bigotitos.
Las focas. Siempre pienso en las focas. Si a nosotras nos mataran con un tubo en lugar de una chancla, no saldríamos en el quicktime. No es del tubo de lo que se quejan. Tampoco de que se vayan a terminar las focas, porque hay muchas. Es simplemente que no se ve bien que un ser bonito golpee hasta la muerte a otro ser bonito.
Maldito sea el oriental que aparece en el video que acaban de editar estos muchachos antes de irse a comer hamburguesas.
Si pudiera hablar. Si pensara. Si fuera realmente algo más que un cúmulo de órganos funcionando, sin espíritu. Si no fuera una persona la que escribe lo que cree que yo pienso sino que, al contrario, yo pudiera pensar y escribir, ya habría creado otra organización igual de noble pero más plural, con cabida para todos los animales y no sólo para los bonitos. No, el autor ya pensó que yo pensé que lo mejor sería fundar una organización para animales feos, los bonitos ya tienen la suya. La llamaría PeTUA.
febrero 22, 2008
febrero 14, 2008
FOBIOSOFIA / los pasatiempos
No me gusta hablar de complots. Mucho menos del obvio complot de las corporaciones para apoderarse del mundo o, mejor dicho, para apoderarse de todo lo valioso del mundo y desdeñar lo que, para ellos, no lo es.
Y no me gusta hablar de ello porque temo sonar tan estúpido como Olallo Rubio en su documental sobre... sobre... Bueno, en su amontonamiento de imágenes ese.
Sin embargo, he estado rondando la idea de que los llamados hobbies o pasatiempos son, evidentemente, una forma que tiene el Estado y las corporaciones, si ambas cosas no son lo mismo, de subyugar y dirigir el destino de los hombres de todas las edades y épocas hacia la esclavitud permanente y lucrativa.
Las sagradas escrituras hablan de una necesidad intrínseca del ser humano que consiste en trabajar durante gran parte de su vida. Las constituciones de los países acotaron esta necesidad, por temor a una revolución definitiva y apoteósica, a solamente 8 horas diarias.
Con esto, habrá pensado el que mueve los hilos, mantendremos a los hombres ocupados durante las horas del día en que el cerebro prefiere trabajar. Dejémosle libre unas horas por la mañana y otras por la noche, cuando el cerebro está en el estado surrealista de la semivigilia. Y dejémosle libre también de 2 a 4 de la tarde, cuando el estómago interrumpe con sus quejidos la actividad cerebral.
Con lo que no contaban los titiriteros es con que hay personas que no trabajan 8 horas al día, no salen a comer otras 2 y no duermen otras 8. Por supuesto tampoco contaban con que esas personas suelen ser las mismas que no ven televisión durante las 6 horas restantes.
Entonces, pensaron ellos que sí tienen tiempo para hacerlo, hay que inventar algo que mantenga ocupadas a las personas durante esas horas libres, para que no reflexionen en la profunda injusticia que significa que unos rijan y otros trabajen, y que los frutos de ambas actividades se repartan desequilibradamente y en sentido inverso al que deberían.
Fue entonces cuando nació la idea de crear un pasatiempo. La sola palabra indigna. Insinúa que nos sobra el tiempo, cuando en realidad siempre nos falta. Y de esa idea nació también, quizá, el tae kwon do, el repujado, el boliche, la literatura y los blogs. Todo en su respectivo momento.
Entonces vemos a una viejita con dos agujas haciendo una bufanda y nos preguntamos en qué carajos está pensando. Si en lugar de preguntarnos a nosotros mismos, le preguntáramos a ella, seguramente escucharíamos la respuesta "en nada". Y realmente está pensando en nada. Está huyendo de pensar. Lo mismo que el quinceañero frente a la pantalla del Gran Theft Auto. Lo mismo que el guitarrista que no vive de tocar y lo mismo que todos los que asisten a las canchas de futbol rápido.
Si esa viejita no estuviera tejiendo una bufanda, probablemente estaría pensando en cómo se le fue la vida y estaría muy enojada. Probablemente estaría pensando en cómo conseguir una escopeta para dispararle a todos aquellos que hicieron que se le pasara la vida así. El gobernador, el presidente, el director general, duermen tranquilos con los pies arriba de su escritorio cuando la señora teje. Esa bufanda que regalará a su nieto el 24 de diciembre y que su nieto recibirá mintiendo, diciendo que le gustó y que irá a para por decenas de años a un cajón, representa probablemente la "estabilidad" del municipio, del país, del mundo.
Por eso, cuando veo a mi abuela con las agujas en la mano mirando al techo, tiemblo de miedo y al mismo tiempo de alegría. Espero con una sonrisa nerviosa el momento en que salga de su casa y compre un rifle de caza, decidida a terminar con una opresión que trasciende por mucho el ámbito político y atañe tristemente a todos los otros aspectos de la vida. Una opresión directa a la libertad en su estado más puro. A la libertad de pensar.
febrero 08, 2008
FOBIOSOFÍA / el auto invisible
Un gran amigo tiene un auto que, además de estar en perfecto estado y con poco kilometraje, tiene la peculiaridad, qué digo peculiaridad, ventaja mayúscula, de ser invisible. Esta cualidad, por cierto, sólo es adoptada por el auto cuando nadie lo está observando.
Mucha gente se ríe de él (por él entendamos "mi amigo" y no "el auto", sería absurdo ver que alguien se ríe de un auto, sobre todo cuando se presume que es supuestamente diferente en un sentido positivo y no en uno vergonzoso). No obstante, no conozco a nadie que hay podido refutarle a mi amigo su sentencia y, cuando pienso en eso, también pienso en que conozco cosas irrefutables de mayor trascendencia y me quedo siempre al final muy tranquilo gracias a esa reflexión consecutiva.
En mis diversos intentos por refutar su teoría (le llamaré así partiendo de la evidente base de que él tampoco ha podido refutar la sentencia contraria), me he encontrado con varias dificultades y he llegado a algunas conclusiones sin importancia, de entre las cuales he elegido estas para relatarles:
a) La invisibilidad ha de ser una cualidad sorprendente y divertida.
b) La invisibilidad de un automóvil no ha de ser tan útil cuando el conductor o alguno de los pasajeros no posea la misma cualidad al mismo tiempo.
c) Cuando mi amigo me ofreció el mentado auto en venta, le fijó un precio de 45 mil pesos. Y aunque no se trata de una prueba concluyente de que mi amigo miente, sí puede agravar la cuestión a mi favor.
d) Si un ladrón posara su mirada en el lugar en el que se encuentra el auto siendo invisible, irremediablemente tendría que aparecer, y entonces podría (y casi me atrevo a decir "debería") robarlo.
e) Hay cuestiones profundas que se generarían al demostrar la existencia de este auto con esa cualidad. Una de ellas sería: ¿podríamos tocar el auto invisible cuando está siendo invisible si estamos mirando hacia otro lado o con su invisibilidad perdería también su lugar y su materia?
f) Si una persona dijera que posee la misma cualidad, sería imposible demostrar que miente. A lo más, podría demostrarse que dicha persona no "es" invisible cuando nadie la ve, pero "puede ser" invisible cuando nadie la está mirando. Esto es, que la persona determina el momento de volverse invisible a voluntad, siempre y cuando se cumpla la condición de que nadie esté mirándola.
g) Si mi amigo pudiera hacer que el auto fuera invisible con gente observando, podría fundar una religión o trabajar en un circo sacando buen dinero de cualquiera de las dos empresas.
Lo más preocupante de este caso, en lo que a mí concierne, es que cuando me decidí a comprarle el auto, ya lo había vendido. A fin de cuentas, 45 mil pesos era un excelente precio para un auto que posee la cualidad de la invisibilidad, pero seguía siendo un buen precio para un auto con apenas ese kilometraje. Si no me creen, sírvanse mirar la foto que aparece arriba y díganme si no vale mucho más de 45 mil pesos.
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