abril 28, 2011

Redundancia laboral.

World Trade Center,
México D.F.
20:46 horas.

Me dirijo, después de ir a ver una película que no vale la pena mencionar aquí, hacia el automóvil estacionado cuatro pisos por debajo del nivel del suelo. Una feliz coincidencia me coloca frente a una máquina de prepago.

Me formo, cuento las monedas, hago una resta mental para obtener el total a pagar antes de que lo informe la pantallita. Sí, le gané. Sí, era correcta la suma que pensé, también pensé que era hiperbólica.

Elevador abajo, me subo al auto y, al salir, me encuentro con una estrecha casetita de cobro a la altura de la pluma de salida. Dentro de ella, un hombre (aunque parecía que más bien se la habría puesto como se pone una chamarra, apenas cabía ahí). Olor a vaho y café, un cigarro en la boca. Yo, confundido ante el brazo estirado del caballero esperando recibir mi boleto, le pregunto para qué lo quiere. También le indico que ya lo pagué. Me mira cansado, no contesta, fuma sin tocar el cigarro con la mano. Revisa el boleto y lo introduce en la ranura correspondiente. La ranura estaba también al alcance de mi mano. Incluso hubiera sido más fácil que yo metiera el boleto ahí. Él tuvo que sacar la mano, doblarla improbablemente hacia atrás -mostrando a la vez que sus articulaciones funcionaban perfectamente a 360 grados- y atinarle sin ver al orificio alargado. Acto seguido, la pluma sube y yo salgo. Me quedo pensando que, así como las máquinas se vuelven obsoletas después de algunos años, las personas también pueden volverse obsoletas después de algunas máquinas.

-¿Estudias o trabajas?
-Trabajo.
-¿En dónde?
-En un estacionamiento.
-¿Lavas coches, echas aguas, vigilas?
-No. Estoy en la caseta de cobro de lunes a sábado de las 16 a las 24 horas.
-Ah. ¿No hay máquinas de prepago?
-Sí.
-Mh. Entonces tú no cobras. ¿Qué haces de 16 a 24 en la caseta de cobro?
-...

Entiendo que la falta de empleo en este país se agudiza cada año. Entiendo que a veces hay que hacer lo que sea para ganar unos pesos. Entiendo que el señor dueño de ese estacionamiento está intentando fomentar el empleo, crear nuevas plazas. Pero creo que hay que establecer ciertos límites.

Es algo típico en México. La redundancia laboral. En una esquina en la que hay un semáforo en funcionamiento, encontramos un policía avalando las decisiones de ese poste con focos. Dentro de un elevador con botones para abrir y cerrar las puertas y un botón por cada piso, a veces encontramos a un señor que se dedica a apretar los botones. En el baño de las bodas hay un tío que saca las toallas de papel de su dispensador y te las da. En la esquina un chavo te limpia el parabrisas ignorando el hecho de que tu auto tiene unas plumas que van y vienen sobre el vidrio para limpiarlo. En fin.

Al señor de la casetita de cobro del estacionamiento le dejo aquí tres ideas de funciones en caso de perder su empleo por meter un boleto al revés, quemar con su cigarro a un cliente o simplemente porque un día que haga frío se ponga una chamarra y ya no pueda entrar a su cubículo.

Señalización en 3D.



Columna.



Tope indicador.